Hablando de Don Quijote


¿De qué está hecha tu armadura?




Un día cualquiera
garcilaso.poeta

6:00 de la mañana. Suena el despertador y abro los ojos a un nuevo día, un nuevo vagón del tren en el que viaja mi existencia de septiembre a junio cada año de mi vida. En el silencio de la madrugada repaso la jornada dibujando mentalmente el paisaje que me espera. Los poetas, las palabras, los pupitres, las caras de sueño y cientos de sueños en el fondo del corazón. Otro día, otro reto; no es sencillo en los tiempos que corren, siento el gusanillo inquieto avisándome de que es muy frágil la línea que se perfila entre mi entusiasmo y el fracaso estrepitoso de la tarea. Tras el humo del café caliente contemplo la neblina de los libros en la estantería, las páginas que cincelan mi entendimiento, y un día más, otro día, me aferro a mi armadura con una fe conocida que renace en mí cada mañana como por encantamiento. En el espejo, atisbo el yelmo por encima de mi cabeza y con el espíritu inflamado por la aventura agarro mi maleta llena de imágenes en movimiento y humildes lecciones de vida convencida de que ganaré la batalla. No importa si vuelvo a casa un día más, otro día, con el polvo del camino ensuciando mis espuelas, los codos y rodillas magullados por la caída, ante la mirada compasiva de mi particular cabalgadura. Pienso en él, no se me olvida; murió derrotado en la cordura de su lecho después de haber rodado por el suelo en la locura de su visión. Pero no, no fue en vano su descalabro. Él lo hizo por mí y yo lo haré por ellos. Qué más da lo ridículo de mi insistencia, de mis extravagancias silenciosas en el papel o en la pantalla iluminada de un ordenador. Volveré como él a rodar por el suelo con mi maleta llena de fantasías y cuando regrese a casa otra noche, otro día, me encomendaré a su nombre escrito ya para siempre en las estrellas; esas que te hacen ver que no estás sólo, que puedes con todo, que algún día podrás ser como ellas, alcanzar tus metas por muy difíciles que sean, como me susurra en letras electrónicas una joven voz. Y del mismo modo que su fracaso me trae cada mañana la esperanza, quizá mi derrota despierte en quienes me escuchan la ilusión de que es posible un mundo mejor. Cierro los ojos por un momento y observo el bucle que deja su legado. Yo, nosotros, la triste figura, los sueños, la vida, la clase, mi tren, mi armadura. Cojo mi maleta y salgo. Hoy toca hablar de un loco soñador.



Tu armadura
Luis García Sáez y Fernando Vela Romero





Piel de acero
Alberto de Miguel Ruiz


Todas las mañanas me despierto pensando por qué he de levantarme, pero no hay tiempo para ello, no puedes lamentarte por lo que ocurrió ayer o antes de ayer, mucho menos por lo que pasó hace un año, ni hablar de una vida, el sol sale cada día contigo o sin ti, y somos nosotros los que debemos seguirle el paso.

No importa que tengas ganas de quejarte o llorar, debes seguir adelante, así que ya que me levanto, me gustaría volver a mi cama sabiendo que el día no ha sido en vano. Me gusta pensar eso cada día, supongo que esa es mi armadura, intentar ser positivo. Es una armadura que he usado durante tanto tiempo que ya no diferencio entre piel y armadura, supongo que la he usado tanto que ya ambas son lo mismo. Durante años me engañaba a mí mismo diciéndome que todo algún día estaría perfecto, que encontraría gente que se preocupara por mí además de mi familia, que encontraría el amor, que el instituto me iría bien. A pesar de ello me gusta mi armadura, en el fondo sé que solo es un reflejo de lo que tengo dentro, ganas y esperanza, que intentan envolver y aislar mi tristeza con el fin de que desaparezca. Pero me di cuenta hace tiempo de que ambas partes forman mi ser, y que sería imposible vivir sin una de ellas, tal vez por ello mi armadura se convirtió en mi piel.

La vida va dando golpes, por ello si vistes una armadura al final se romperá. En cambio, si tomas todo lo que te atormenta y lo usas para fundir tu armadura con tu piel, los golpes dejarán de quebrarte, y comenzarán a forjarte cada día.

¿Que cuál es mi armadura? Mi honestidad, mi ira, mi amor, mi miedo, mi tristeza, mi alegría, mi piel, yo soy mi armadura. Hace ya mucho que comencé a reír porque quería reír y a llorar solo si de verdad lo sentía. La vida golpea con demasiada fuerza como para dejar a una armadura recibir los golpes, y si hacemos eso cuando nos toque recibirlos a nosotros no sabremos cómo afrontarlos, por eso debemos ser nuestro propio escudo y espada.

Nuestro camino son las huellas que dejamos al pasar, y cuando llegue el momento de mirar atrás, alzaré mi cabeza y sonreiré al ver que son mis huellas y no las de una armadura las que lo forman.





Comentarios

Entradas populares